Poesía de Germán Espinosa

Germán Espinosa. Escritor colombiano, (1938-2007), más conocido como novelista que como poeta. Tres de sus novelas son monumentos de la literatura latinoamericana del siglo XX: Los cortejos del diablo (1970), La tejedora de coronas (1982), El signo del pez (1987). Recuerdo que nos conocimos en Cartagena en 1973, haber hablado largamente sobre la historia de la ciudad y lamentado la poca literatura que nos quedó de la época de la conquista. Una frase suya me acompañó durante años: « Lo que no fue escrito entonces es deber escribirlo ahora. » Acercarse a él era difícil, además por esa época me era imposible invitarle a tomar algo, casi siempre wisky, no tenía los medios para hacerlo. Así que toda comunicación quedó reducida a un saludo en la calle o en un café. Pero mucho hablábamos sobre él y Los cortejos del diablo, con Eduardo Gómez, Augusto Pinilla y Andrés Holguín.

En 1995 supe que se hallaba en Ginebra y fui a saludarle. El poeta Juan Manuel Roca estaba también allí. Les invité a mi casa en Fribourg y fueron tres semanas de conversaciones inagotables sobre novelística y novela contemporánea, historia de los siglos XVII y XVIII tanto en América Latina como en Europa, mitos hebreos, americanos, poesía sufí y japonesa. Su erudicción era la erudicción del poeta, del curioso compulsivo. El tema que más nos ocupó fue San Pablo, la patrística y la filosofía estoica. Un día apareció con un libro y me dijo que eran sus poesías reunidas, publicadas por Arango editores. Juan Manuel no hizo comentario alguno, lo que me soprendió, yo me senté a leer.

Quedé desconcertado. ¿Por qué publicaste eso? Es lo que he escrito, me constestó. No comprendí y no comprendo aún, hay cosas que se escriben porque es necesario ensayar, entender, explorar un tono, o como simples notas que alimentarán otros textos, y en el caso de ese libro de poesías, profundamente subjetivo, ¿cuál función? Cometiste un error, eres novelista, no poeta, le dije y Roca se enterró en el libro que tenía entre las manos. Es la poesía que he escrito para mí, respondió sonriendo, no tengo obligación de ser poeta. Podrías escribir algo sobre ella, añadió.

Fue la última vez que nos vimos pero nuestra correspondencia se extendió hasta 2005. Nunca escribí una línea sobre su poesía. Germán decedió en 2007 y en estos días he vuelto a releer ese libro. No tengo nada qué decir, salvo estas anécdotas, y también que hay ciertos poemas, ciertos versos que me emocionan y creo, merecen ser recordados.  

 

 

Melancolía

Yo amo las secas hojas que en las tardes
grises del otoño nievan en mi alma ;
yo amo las mustias flores
que se volatilizan en la nada
sombría del otoño.

Mi memoria
es un ave nostálgica ;
es un ave nostálgica que gira,
cual mariposa blanca,
en la nada profunda del ensueño.

 

Eneastrofa

Hay algo que yo perdí
y el perderlo me perdió.
Por perderlo, nunca fui
eso que pude ser yo.
Lo que perdí se esfumó
tan presto, que no lo vi.
Y así me perdió y así
ni sé ya lo que soy yo
ni qué fué lo que perdí.

 

Canción baladí

Cangrejo, cangrejo.
De azul pintado
te ves tan viejo.

Marchas de lado
por el espejo,
cangrejo.

 

In memoriam Efrén Díaz


Sólo después de muertos podremos comprender
la densidad terrible de la vida.
Manzana inversa, náufraga, corolario del mundo,
es amarga, no obstante, como flor en ayunas.
Tantas veces la muerte pasó por los balcones
que es inútil, ahora, tratar de sorprenderla !

 

Observación de paso


Voy a tomarle el pulso al día
e indagar cosas de la calle.

Niebla azul en la madrugada
y el ollín que asciende en la tarde.

Mujeres armadas de acíbar,
hombres que van hacia el desastre.
Locomotoras imposibles
cuyo silbo enrarece el aire.
Qué hago viviendo en esta tierra
que no pisó jamás mi padre ?

 

Mi casa

Mi casa quedó abierta para quienes la amaron.
La cerré ferozmente para quienes la odiaron.
No volvió nadie entonces.
Todos la abandonaron.

 


Fábula del cazador de zopilotes

Me dejé abatir en un tiempo por pajarotes de llanura
y por perros de poca alzada
que entremetían sus uñas por entre mi grilleta.
Eso fue por los años que instalaba mi casa
y ellos venían a husmear por ver lo que podían llevarse,
allá una canasta de frutas, acá un hueso apenas roído.
Me libré de ellos una noche, mediante trampas colocadas
en el ático, en el jardín y en recovecos estratégicos.
Además me conseguí un grifo que fijé en un altorelieve
sobre el diagrama heurístico de mi puerta de roble.
Hoy, hace ya mucho tiempo que no rondan mi heredad.
Mi soledad, como un broquel, les causa espanto y hasta risa.
En alguna gaveta oscurra de mi escritorio guardo cráneos,
omoplatos, tibias, pelvis de algunos de los que cayeron
en mis trampas sofisticadas, uno de ellos un zopilote.
Mas los que emprendieron la fuga, a veces escriben notículas
en la prensa, otras veces recurren a los vetos,
y los más, me tienden celadas en las posadas del camino,
pero resulta que yo siempre, yo siempre, siempre,
siempre,
y esto los tiene muy fallidos, al extremo de que en las horas
dudosas de la madrugada se reúnen en conciábulos,
me hacen llamadas por teléfono, escriben cartas a la prensa,
pero resulta que resulta, que resulta que no resulta,
y esto los trae muy fallidos. Ultimamente ladran a la luna.

 

Anonimato

Perfora
la oscuridad,
mi sombra.

 


Dubitaciones

De aquel hombre no se sabía cuándo inventaba y cuándo decía verdad.
De aquel hombre no se sabía cuándo reía o simplemente ironizaba.
De aquel hombre no se sabía cuándo salía a la calle o sólo mandaba a su doble.
De aquel hombre no se sabía cuándo dormía o fingía dormir.
De aquel hombre no se sabía cuándo moría o fingía morir.

 

Fábula del gay cantar


Un día fui a cantar al mar una canción.
Un día fui a cantarla y me dijeron que no.
Cangrejos que trocaban en pinzas su amargura
me dijeron que no.
Saludé gravemente.

Un día fui a cantar donde me dio la gana.
Canté muy de mañana. La canción se perdió
por entre ecos difuntos de canciones más viejas.

Y mi canción se oyó.
De qué modo
se oyo !

 

Canción efe

Porque, amor, tú adveniste
en un instante en que todas las horas
se adunaban en un desierto sin distancia.

Cómo no saborear tu boca fresca
si en ella ni los frutos ni las flores
habitan, sino tú, sola y distinta ?


Yo nunca perderé la gracia de tus muslos,
solitarios esteros frente al delta…
Ni el número infinito que truncas en la noche.


Canción yod

Quién te prohibe que te alzes la falda ?
Quién te veda mostrarte desnuda ?
Quién es el temerario ?
Ese vaya a frotarse su sexo en la maldita sombra !
Tú, desnúdate, así,
no ocultes nada.

 


Epitafio para la muerte

Por qué temerla si, después de todo,
como la bala con el abaleado,
nuestra muerte se muere con nosotros ?

 


Epitafio para un pintor (1839-1906)

En la vieja Aix de Provenza
la muchachada te arrojaba guijarros - no piedras grandes, nadie
quería hacerte daño -, porque tu locura
era menos imperdonable que tu fracaso.

 


Prosa de los desencantados

Estábamos tan ciertos de componer el mundo,
jugábamos a la revolución, asustábamos a la gente,
nos dejábamos largas melenas, odiábamos lo convencional,
íbamos a conmover los fundamentos
de todo, arreglaríamos esta cuestión para siempre…
Y es lo cierto, querida,
que la cuestión sigue en pie.
No compusimos nada, el tiempo nos fue arrinconando
como a sedimentos pesados en un riachuelo de suave corriente.
Día a día seremos más un estorbo
para los que están ciertos de componer el mundo,
los que juegan a la revolución y nos asustan
y se dejan largas melenas y odian lo convencional
y van a conmover los fundamentos
de todo, van a arreglar para siempre el problema
que sigue en pie.


Finale cavilloso

De qué eufemismo atávico, de dónde, de qué suerte
esa comparación del sueño con la muerte ?
El sueño nos habita con los ojos cerrados ;
no así la muerte brusca que los abre espantados.

 

Salmo de los rechazados


Qué somos ? Roma Imperial
nos habría repudiado con una sonrisa amarga.
Nunca hemos merecido la libertad.
Pero hemos incurrido en toda licencia. Hemos forzado toda alegría.


Epitafio para mí mismo

Fui una página de Ruben Darío
que me alegró en la infancia profunda.
Fui una aliteración de Verlaine.
Fui un auterretrato de Van Gogh
que es el más bello reproche que se me hizo.
Fui el rosa pálido de un crepúsculo
o el instante en que, al concluirla,
reinicié la lectura de Ulises.
Fui esa noche en tus brazos.
Fui la suma de mis instantes felices.
 

 

Mario Camelo
Colombia 1952. Estudios de Literatura. Ha publicado varios libros de poesía en Colombia y España. Traductor de varios poetas suizos, italianos y franceses. Vive en Suiza desde 1979. Ejerce como fotógrafo profesional y traductor. Con Aurora Boreal® ha publicado Crónicas Sur que reúne los siguientes libros de poesía del autor: Asuntos Elementales, Cuadernos de poesía Bogotá. Colombia 1973, Las Victorias del Miedo, Ediciones Publitextos, Bogotá, Colombia. 1979, Libro de Conjuros, Edición Libros de la Frontera, Barcelona, España, 1983, Crónica del Reino que a su vez reúne dos libros, Primera Crónica del Reino y Segunda Crónica del Reino, Edición Libros de la Frontera, Barcelona, España, 1997, Luna de las iguanas, Edición ebook Aurora Boreal® 2013 y Encuentros, Edición ebook Aurora Boreal® 2013.

 

Poesía de Germán Espinosa enviado a Aurora Boreal® por Mario Camelo. Publicado en Aurora Boreal® con autorización de Mario Camelo. Foto Mario Camelo © Mario Camelo. Foto Germán Espinosa tomada de internet.
 

Suscríbete

Suscríbete a nuestro boletín y mantente informado de nuestras actividades
Estoy de acuerdo con el Términos y Condiciones