Las almas de los muertos
En esta ciudad
donde he venido por unos días,
una ciudad poblada de mitos y leyendas:
-la leyenda de la carreta nahua, la mujer que llora,
el mito del cadejo-
la anciana,
toda ella envuelta en su manto de soledad
en esta casi madrugada
y en el atrio de la catedral,
me dice,
antes de entrar a misa:
-Aquí,
las almas de los muertos
vienen siempre a visitarnos en forma de palomas.
Usted las puede ver
sobre los tejados y los aleros de las casas.-
Mientras paseo por las calles y las plazas
-iglesias coloniales
donde viven vírgenes y santos,
haciendo milagros todos los días-
voy mirando
bajar de los cielos
un inmenso mar de alborozadas palomas
que me rodean con su vuelo
-llenándome de eternidad-
para irse luego,
-místicas y en éxtasis-
a posarse,
sobre los tejados y los aleros de las casas.
En otros tiempos y otros lugares
donde vivo ahora,
en medio de esta gente
que me habla en una lengua antigua
que he ido aprendiendo poco a poco,
gente con sus propios mitos y leyendas,
-la leyenda del Santo Grial, la del árbol que canta,
la leyenda de la Dama del armiño-
la anciana,
-una vaga voz y un rostro vago-
que me recuerdan otros tiempos y otros lugares,
me dice:
-Aquí,
cuando uno se muere,
el alma, que nosotros llamamos lulio,
se escapa del cuerpo en forma de mariposa.
Pero regresa,
regresa, para estar ya siempre con nosotros.-
Todas las noches
subo y bajo las calles y los puentes de esta ciudad
para llegar a mi cuarto en la colina,
y encontrarlo lleno de
fulgurantes mariposas
-que como los ángeles-
pliegan y despliegan sus alas,
lentamente.
Y me iluminan de eternidad.
Las almas de los muertos enviado a Aurora Boreal® por Horacio Peña. Publicado en Aurora Boreal® con autorización de Horacio Peña. Foto Horacio Peña © Horacio Peña.