José Barroeta - Domingos de poesía

José Barroeta (Venezuela 1942-2006). Poeta y ensayista. Fue miembro de los grupos literarios: «Tabla Redonda», «El techo de la Ballena», «Trópico Uno», «En Haa», «La Pandilla Lautréamont» y «Sol cuello cortado». Ganó los premios: Nacional de la juventud (1968), Literario Pro-Venezuela (1974) y Bienal de Literatura «Miguel Otero Silva» (1982). El punto real e imaginario que actúa como centro de gravedad en su obra es la muerte. A su alrededor se constata la búsqueda de un paraíso extinto, la pérdida de los seres amados, el vacío de vivir, el desgarramiento interior, la derrota y un estado anímico permanente, vago y sosegado, de tristeza. Su voz es profunda y turbadora. Todos han muerto (poesía completa) se publicó cuatro días después de su defunción. La cercanía de su propio fin es abordada, anatomopatológicamente, en el último de sus poemas: «Enero - 4 y 30 a. m.».

NÉSTOR

Si no me amas mato a mi padre.
Lo dejaré caer escaleras abajo y veré
cómo su cráneo añoso se descorre precipitado
entre pequeños hilos.
Miraré lo que siempre he deseado, su memoria. Los conductos
que llevaban a su cabeza la vida y hacían de él un títere,
una máscara. Máscara terrible que amaba y me sometía al yugo.
Su cuerpo ha de correr sin otro movimiento que no sea
el de mi impulso, mi fuerte impulso
que no ha de ser espiado por nadie.
Ese día, impecable, revestido de una sobriedad que no he usado
nunca,
observaré cuidadosamente los hábitos del hogar. Este mecanismo
borrará toda sospecha de mi ardid.
Mis hermanos dirán: «Se portó como nunca,
              presentía su muerte. Lo amaba, lo amaba mucho,
              deben ser terribles las horas en su corazón».
La desprendida cabeza de mi padre, diré, no debe ser enterrada,
debo regalarla a cualquier vagabundo para que sus ojos brillen
en las calles. Quizá yo mismo haga un viaje de mar y la deposite,
obsesionado, en el radiante césped de Wembley.

Cumplida mi hazaña,
lloraré contigo en un soleado campo de otoño;
serás mía a través de mi padre.
Un poco antes de emprender mi fuga
cambiaré los trajes de mi padre muerto por ginebra.
En el bar de los húngaros quedarán sus abrigos, sus zapatos
y un flux que pretendió lucir, al cual mi hermana, por burla,
le fue rellenando las mangas con los bagazos de las manzanas.
              Mi padre asesinado
              no podrá espiar mis borracheras,
              no podrá ver
              mi joven cadáver de treinta y ocho años.
              La noche de mi muerte
              nos reuniremos apenas un minuto en el cielo;
              yo pasaré a la inmensidad
              y habrá de comenzar la desdicha.
Huiré a Orión.
Mi padre redescubre una historia donde pasan las sombras
de una noche mágica.
Su frenesí ha de radicar en que me he separado
de los hombres:
no más Carlos Noguera,
nada en las tinieblas tendrá que ver con Luis Cornejo,
no habrá tampoco flores para mi hermano en Pensilvania.
Olvidaré las rutas,
la fragancia de las cervezas en el bar del Gato,
la piel de Sary que aparece dichosamente en mis ojos.
No añoraré nada. Los campos del sur, pienso,
fueron el estímulo de esta ebriedad que no tiene nombre.
Oh, padre,
no más el agua rosada de su vientre,
nada de Marina, nada de mi juventud, nada padre
viajará contigo a la muerte.
Tu cabeza ha de vivir
y la recordaremos en el otoño. Yo, ausente, en tus ojos
miraré la crueldad que proclama el cielo.
Oh, padre,
mi juventud no vendrá de nuevo al hogar,
seremos infelices olvidando aquella música que derrotó
nuestros corazones.
La tierra será prudente como tu nombre.

 

 

UNA RUSA

A Luis Camilo Guevara
y Víctor Valera Mora

Tania Voroshilov
es la rusa a quien hablo soñando.
El oso de sus pies me seduce y vuélvese nieve
todo el amor.
Todo ha sido soñar y recorrer con ella
la estepa,
todo ha sido echarme en las flautas
de su cabeza.
Todo el cuerpo de Tania Voroshilov lo he conseguido
soñando.
Al apagar la luz de mi cuarto ya la tengo,
cerca de mí, en Leningrado. Y en las aceras de la ciudad
que lleva el nombre del gran jefe,
Tania Voroshilov baila desnuda. Me entrega su iluminado sexo
en forma de alcohol.
Tania Voroshilov es como el nombre de mis lecturas
de los quince años. Allá en la mesa de aldea que humedece
la lluvia,
la foto del camarada Lenin se confundió entre libros
y yo esquié sobre su helada y calva cabeza, siempre tomado
de la mano de Tania Voroshilov.

 

 

AMAPOLA

Cuando me encuentre con el sucio otoño y el paño
primaveral.
Cuando estés tú desnuda sobre los cráneos que amaron
y los fervientes estemos muertos,
y las hojas sean mías sobre esa colina. Oh, amapola.
Cuando mi alma atraviese la Estigia y mi memoria teja ruidos
en el vacío.
Cuando tú y yo amapola
conozcamos a Vivaldi y a Enrique Ibsen. Y yo duerma sobre ti
y tú sobre mí. Oh, amapola,
Oh dulce y bella flor mía.

          [Ejercicios para un libro de amor]

 

 

TODOS HAN MUERTO

Todos han muerto.
La última vez que visité el pueblo
Eglé me consolaba
y estaba segura, como yo,
de que habían muerto todos.

Me acostumbré a la idea de saberlos callados
bajo la tierra.
Al comienzo me pareció duro entender
que mi abuela no trae canastos de higo
y se aburre debajo del mármol.

En el invierno
me tocaba visitar con los demás muchachos
el bosque ruinoso,
sacar pequeños peces del río
y tomar, escuchando, un buen trago.

No recuerdo con exactitud
cuándo empezaron a morir.
Asistía a las ceremonias y me gustaba
colocar flores en la tierra recién removida.

Todos han muerto.
La última vez que visité el pueblo
Eglé me esperaba
dijo que tenía ojeras de abandonado
y le sonreía con la beatitud de quien asiste
a un pueblo donde la muerte va llevándose todo.

Hace ya tiempo que no voy al poblado.
No sé si Eglé siguió la tradición de morir
o aún espera.

 

 

SONATA

Que música de orfeo
te cante y seas conmigo. Que la mesa sea servida
por pájaros.
Quede en mí la sonata
que la muerte segura me cantaba en los bosques.

Que agua de los ojos de dios
caiga sobre la tierra. Que el dulce horror del ángel
me cubra y acompañe,
que el oro del cadáver haga reino en mi espíritu.

Que abril sea mi muerte,
que sea como el derrame de mi hermana pequeña
en su cabeza. Que asimismo a mis nervios los escale
la sangre
y sienta el bello vértigo bajo campos de otoño.

          [El bosque eterno]

               (Todos han muerto, 1971)

 

 

MONTES DE LECHE

En los senos de mi hermana
hay bosques presentes.
En sus senos viven los conejos,
junio,
abril,
y marzo

y la
melancolía de morir.
En sus senos hay agua,
fiestas,
bautismos,
palomas torcaces
y actos de fe en desorden.
Una mentira podría morir en los senos
de mi hermana en junio
porque ellos tienen a abril y a marzo
para conjurarla
y abren tanta cosa a la vida
que son verdad
en la melancolía de morir.
En sus senos hay agua,
fiestas,
bautismos,
palomas torcaces
y pájaros pintados sobre mi cabeza.
Hay almohadas en ellos,
ovarios y peligros de octubre
que se mueven como las hojas
y crisis de infancia destruidas
en mí.
Hay bosques de alcohol de monte a monte
y una gran fiesta siempre,
actos de fe en desorden
y la melancolía de morir.

 

 

NOVIEMBRE

A Mario Abreu

Vamos a buscar a mi padre,
noviembre.
Tengo el cuerpo lleno de manzanas
y puedo salir con tu nombre de mes
a las colinas,
esperar que salgan los astros
y nos lleven a él,
a su cabeza negra perdida en el fango.
Vamos por las casas,
donde tu claridad noviembre
asusta a las mujeres
a buscar a mi padre en el fondo de la sopa
que hierve.
Entremos al cadáver por los huecos de oro
que abren los conejos
y miremos cómo te posas tú en ellos noviembre
próximo a los ojos de la convulsión animal.
No dejes casa sin rastrear
ni río ni piedra ni arboleda
métete por toda hondonada
por toda piel noviembre
y llévame a los sitios calurosos del muerto.
Deja tu laboriosa claridad de abeja como símbolo
de que en cualquier lugar está mi padre muerto
nutrido de ese amor que pongo a la noche cuando
lo busco.
Déjame fijo y sin herida,
claro
como la mujer que vive en mi cuerpo,
mientras yo preparo el retorno al cielo del cadáver
que busco
y que se agita misterioso en dios como el primer movimiento
que se hizo sobre el mundo,
veloz y fértil como el padre muerto
que busco noviembre contigo.

          [Del padre y los meses]

 

 

ORÍGENES

Oh alba que tenías tanto pájaro.
Era por ti alcohol de hojarasca el que
bebíamos.
Era por ti, ahora lo comprendo,
como llegamos desde un mismo sitio
              a
              la
                  muerte.

 

 

ARTE DE ANOCHECER

Hay un arte de anochecer.
De la entrada del cuerpo al alma,
de la niebla a la redondez
y del círculo al cielo;
hay un arte de luz,
un campo donde anochecer
es mirar la vida
con el cuerpo cerrado.
Hay un arte de anochecer,
un descenso en la entrada del día
a la completa oscuridad.
Un intermedio donde es necesario
recibir y saber todo sin estremecimiento.
Hay un arte,
un paisaje a veces amable
a veces torvo,
donde ascenso y descenso son accesorios
de la materia limpia.
Hay un arte de anochecer.
Quien haya vivido o soñado con bosques,
luces y demonios,
lo sabe.

          [Fluvial]

               (Arte de anochecer, 1975)

 

 

ALBA DE SAPO

Mataron al sapo de la casa,
lo mataron.
Su cadáver abre a mi vientre la juventud,
la ignora y sepulta en vasos seculares.

El sapo salta de sus cuernos de noche
mi alta espera,
me ofrece una vieja moral de luz,
orea la barriga del duelo.

Lástima da ver al sapo del sacrificio
por su abandono de sapo sometido a la verja
que miré con codicia.

Soy un sapo. Salgo de noche con el origen
a comenzar. Tengo verrugas.

Nada he hecho por salir de catástrofe antigua:
soy feliz y el mar muerto está en mí.

Voy a dar saltos.
Atesoro la dignidad de dar pequeños saltos.
Me muevo y soy un muerto entre las hojas,
un sapo, nada más.

 

 

SIGNOS

Una palabra nos encierra.
El viento pule en ella. El fuego.
El mar también.
Sobre la palabra que gira alrededor
del sol
las cosas tambalean,
oscurecen o tornan en destello el cuerpo.
La palabra ocupa hasta la suerte;
al final vuelve cansada de otro hacer,
de una invisible proximidad.
Asimismo como uno tiembla bajo sus rutas
la palabra toca las puertas desoladas,
los restos del sueño,
la tierra hermosa de la nada tendida en su primer
vacío.

          [Formas del caballo y del agua]

 

 

FUERZA DEL DÍA

A María Teresa y Mariana

Volar sobre los cerros,
escarbar, comer tierra.

Ser la atmósfera que estaba
cuando aún los muertos no habíamos
pensado en llegar
a la altura de los deseos que nos sepultan.

Abordar la mirada del cielo con la plenitud
de que estamos cayendo en el tesoro,
silenciosos,
sin que la fuente de la sangre perturbe,
invulnerables por la fuerza del día.

Quedarnos fijos,
ingrávidos entre lo que nos llama
y todavía no hemos ganado
o entre lo que hemos perdido y nos llamará
hasta que seamos sin luz,
airosos y totales.

Soltar los ojos,
que vayan por allí a saludarnos
a buscar la alegría,
lo que dejamos de hacer mientras esperamos
el resplandor.

          [Fuerza del día]

               (Fuerza del día, 1985)

 

 

HOSTIL

Escribo por roto.
El poema sirve de guarida
a mis escombros de espejo perverso
de transparencia de sueños dibujados
con debilidad
por el alfabeto hostil.
El poema ha sido rama
trampa del viaje.
Cuando quiero hablar conmigo de verdad
me emborracho
anoto en frentes de penumbra
fracasos y ganancias.
Olvido.
Escribo con letras grandes mi nombre,
lo piso.
Hago un mapa de silencio
enfermo.

          [Cabeza de insomnio]

 

 

CANTO A MÍ MISMO

Yo era el poeta de mi tierra
y de toda la tierra.
Adentro de mí llovía y relampagueaba
y sentía siempre unas inmensas ganas
de llorar.
Yo me reía de las frutas que caen en los
tinglados y asustan el silencio
y hablaba con los muertos y con los animales
que pasan por la miseria vestidos de capitanes
largos.

Yo era un gran poeta de los muertos
como jamás hubo otro en la comarca
y me asustaba de ver subir las flores
hacia la cal ambigua de las tumbas.
Soñaba
cantaba por las noches una desgarrada melodía
y volvía a soñar entre muros y ciudades perdidas
persiguiendo sombras halladas entre el porfiado
frenesí de ausentes y de borrachos insondables.

Yo era un poeta
y me enamoraba de mí y de ti y de todas las miradas
que vienen desde lejanos pueblos a la imaginada mesa
del ecuador
a buscar estrellas y panes de cobre para maldecir
hombres
                                          en el centro del mundo.

Comía sobras
robaba
leía el amanecer
bebía y fumaba hasta sentir un agradable
golpe en los pulmones.
Creía en la muerte y me aprestaba
a tomar el poder de mi país.
Confiaba en un grupo de poetas locos
que fueron apareciendo de puntos cardinales
distantes
incapaces de apagar sus deseos detrás de una
música rota por el olor de las botellas
y del encanto miserable.

Yo me cantaba y me celebraba a mí mismo
ganaba la vida sin hacer
buscaba que mi razón perdiera
y salía conmigo y contigo a buscar campos y ciudades
para soñar y matar a los padres de mis padres
quemar el mundo
y pagar algún día con mi cuerpo en la hoguera
el desenfreno de mi vaga ilusión.

Caía sobre mí mismo
y amaba mis fracasos.
Sentía el placer de ser otro
que escribe un poema sin principio ni fin
alerta por si viene la muerte y revienta
mi pobre y útil reino del cuerpo.

 

 

EL HUÉSPED
(Segunda versión)

En mi ventana el fantasma de Aquiles
come helados
mastica con placer hojuelas frescas de
maíz.
Ha cambiado su traje de guerrero por una
ancha camisa
por un blue jean
por unos gruesos zapatos de gomas altas
y trenzas enormes.

Va peinado con una larga melena
echada hacia atrás.
Con anteojos de sol su rostro parece ausente
de cualquier batalla.

Lleva un escudo ortopédico en el talón
invulnerable
lleva en el pecho medallas y preseas de guerra.
Se ve ridículo con aquel atuendo tan extraño
a un cuerpo de mundo Antes de Cristo.

En la ventana se distrae pensando
en sus viejos amigos guerreros
en su ira
en los cuerpos de Héctor y Patroclo.

Su lugar es el ventanal de un paisaje
de montaña
que el fuerte Aquiles confunde con velámenes
y con el mar de Grecia
con los ojos de los soldados que ganaron
y perdieron Troya
que marcharon a un mundo donde la valentía
el coraje y la audacia no detienen el fin de la vida.

Aquiles trata de compensar sueños
con algo más grato.
Baja del ventanal
camina hacia el cuarto de Néstor, mi hijo,
homónimo de su amigo prudente y sabio rey de Pilos.
Enciende el betamax y corre hacia el abismo
mirando la imagen de Hécuba desterrada y llorosa
en el film de Las Troyanas.

El ventanal y el fantasma desaparecen.
Al amanecer un cortejo de heraldos
lanza el cuerpo de un adolescente degollado
a un basurero
donde reposan la Ilíada
y los muertos de una ciudad inexistente.

          [Fuera de orden]

               (Culpas de juglar, 1996)

 

 

CUERPO PRESENTE

A Manuel Caballero

Que Dios y los hombres
celebren el trago de la belleza.
Que Dios ame las cenizas
                           de

             HANNI OSSOTT.

Que los pájaros aten y dispersen
y una gran tarde llueva.
Roguemos por el lugar antiguo
de sus hojas y de sus ojos
por las espigas
por las rosas góticas de Hanni
por el insomnio de sus poemas
por el vivo oráculo del ataúd.

          [Memorias de tierra y cielo]

 

 

FILO DE ESPADA

Algunas veces paso volando
desnudo de cuerpo
sobre ventanales y espaldas negras
apurado por drogas de un
reino inexistente.
Escupo mi realidad
con gestos insaciables
lejos del filo de espada
que convierte lugares
en costras.
Creo que una sola noche
basta para vivir.

 

 

SOLO

En el alba
en la tarde
todo más grave
que la muerte
Aquí uno pelea
mata a cuchillo por
palabras.

Allá nadie sabe
Solo
oscuro
persigue el origen.
Mi vida es un cadáver
una íngrima
posada.

 

 

SALTO AL VACÍO

Amo
a quienes jugaron la vida
en una soga
en un disparo
en un salto al vacío
en la profundidad de un oleaje
invencible.
Amo y me contradigo frente a
                                         esos dioses
de la nada.
Amo.
Corto mis ataduras.

          [Vagancia city]

 

 

CON EL POEMA

Es posible que el título del poema
nada tenga que ver con el poema.
Es posible que fracase
y me convierta
en agua
que el agua transformada
reviente el ojo de los cadáveres.
Es posible
que todo exista
que seamos una terca
breve vigilia.

 

 

ENERO – 4 Y 30 A. M.

Pasó el año nuevo
y reventaron los pulmones.
En mi pared bronquial
con arquitectura parcialmente alterada
por neoplasia maligna epitelial
las células se disponen en nidos y cestos
fragmentando el sonoro tejido de la noche.
Soñé contigo.
Nos tendieron desnudos en la mesa de
la Lección de Anatomía.
No pudieron arrancarnos las nubes del cuerpo
la luz del año nuevo parecía un escalpelo
en tu vesícula.
Dormí entre tus cuernos y el día
esperando el roce de las gaviotas.
Tan lejos como estamos del mar
a la hora de los imponderables
vienen siempre un oleaje y un mascarón de proa
para que soltemos las amarras.
Arriba donde el huracán hala
soy tu cadáver
el gran ocio.
Entre tus litorales y el miedo hermafrodita
el epitelio del sexo en alta mar
erecto y en enjambre.

          [Itaca queda en mis zapatos]

               (Elegías y olvidos, 2006 [libro inédito incluido en
               Todos han muerto: poesía completa 1971-2006])

 

 

jose barroeta 375José Barroeta (Venezuela 1942-2006). Poeta y ensayista. Fue miembro de los grupos literarios: «Tabla Redonda», «El techo de la Ballena», «Trópico Uno», «En Haa», «La Pandilla Lautréamont» y «Sol cuello cortado». Ganó los premios: Nacional de la juventud (1968), Literario Pro-Venezuela (1974) y Bienal de Literatura «Miguel Otero Silva» (1982). El punto real e imaginario que actúa como centro de gravedad en su obra es la muerte. A su alrededor se constata la búsqueda de un paraíso extinto, la pérdida de los seres amados, el vacío de vivir, el desgarramiento interior, la derrota y un estado anímico permanente, vago y sosegado, de tristeza. Su voz es profunda y turbadora. Todos han muerto (poesía completa) se publicó cuatro días después de su defunción. La cercanía de su propio fin es abordada, anatomopatológicamente, en el último de sus poemas: «Enero - 4 y 30 a. m.».

 

 

Material de consulta:
Todos han muerto. Caracas: Monte Ávila Editores, 1971; Antología. Venezuela: Fundarte, 1985; Todos han muerto: poesía completa (1971-2006). Barcelona: Candaya, 2006.

 

 

"Domingos de poesía" es una idea original del poeta Sergio Laignelet, colaborador de Aurora Boreal®. Se publica semanalmente. Toda la selección y cura de los materiales por Sergio Laignelet.

sergio laignelet 250

Sobre Sergio Laignelet
Bogotá, 1969. Poeta colombiano residente en Madrid, editor, corrector de estilo y ortotipográfico de publicaciones educativas y culturales. Libros publicados: That's all Folks! (poemas animados). Madrid, 2017; Cuentos sin hadas. Canarias, 2010; Carnaval (plaquette). Bogotá, 2007; Malas Lenguas. Bogotá, 2005. Ediciones bilingües de CSH: Danés: Omvendte eventyr. H. Krarup trad. Copenhague, 2017; Francés: Contes á l’envers. R. Durand trad. Toulon, 2015, y Colomiers, 2017 (además, poemas suyos han sido traducidos al inglés, portugués, italiano, sueco, finés, polaco y japonés). Antología editada: Gatimonio: poemas de gatos de autores hispanoamericanos. Madrid, 2013.

Poemas de José Barroeta. Selección de poemas: Sergio Laignelet. Material enviado a Aurora Boreal® por Sergio Laignelet. Poemas publicados con autorización de ©Herederos de José Barroeta. Fotografías de y autorizadas por ©Vasco Szinetar. Fotografía Sergio Laignelet © Lorenzo Hernández.

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