Para Borges, los cuentos empiezan con una revelación; se conoce el inicio y la meta, luego hay que resolver qué sucede entre esos dos puntos. El libro Querida Margot (Eón, 2018), de Antonio Moreno Montero, son trece cuentos de temas “borgeanos” y unas curiosas “notas” a pie de página que valen como otro cuento, quizá hasta el mejor afilado de la colección en esas letras minúsculas donde hace referencia a Jorge Luis Borges y una fabulosa biblioteca en Iowa (que si no existe habrá que inaugurarla), la Brautigan Library, que aloja los libros rechazados por las editoriales; también expone, con la verbosidad de un abogado de leyes apócrifas, la posibilidad de que el gatillero “Billy The Kid” haya nacido mujer.
Siempre me ha parecido que el método borgeano del cuento es más bien la cartografía de un laberinto. Hay que prestar atención a cada oración, a cada palabra porque no están allí para llenar página sino porque tienen una función precisa. Sucede así también con los cuentos que tenemos en manos, al llegar al final nos damos cuenta de que hay que volver a algunos párrafos atrás para dilucidar la estrategia de un narrador que exige suma atención de sus lectores. En el cuento “La memoria del general está en sus ojos” tenemos a un personaje ciego de “memoria invicta”, que tiene un encuentro amoroso en un Casino con una hermosa mujer y muchos años después se reencontrará con la hija del aquel encuentro fortuito. En “Querida Margot” un transexual escribe una epístola a la hermana a quien ha envidiado desde los juegos infantiles por ser la princesa de la casa y paulatinamente somos testigos de su metamorfosis y su transformación de aquel niño ojiazul y formas finas en la “otra” Margot. Dice: “Recuerdo tu envidia al escuchar el comentario de mamá: el vestido le queda mejor al niño que a Margot” (28).
En el cuento “La primera lección del oficio” el hijo de un peluquero, Demetrio, llega buscando a su padre, Buenaventura, que lo aloja en su casa y con su nueva esposa de dieciséis años. Sin embargo, el hijo viene a vengar la promesa rota del padre en el lecho de muerte de su madre, de no volver a casarse. Demetrio se acuesta con la madrastra joven, una suerte de Juan Preciado que llega a Comala a quitarle la esposa al padre. Buenaventura los encuentra en la mesa del comedor, magnetizados por la “temblorosa presencia de la mutua juventud” porque esa “juventud los volvía iguales. Quizá uno solo” (38), pero le pide a Demetrio que se aliste para su primera lección del oficio, pero no sabemos si lo que sigue será una lección de corte de pelo o el degollamiento del hijo adúltero.
Desde la primera oración de los cuentos, el narrador nos introduce en un mundo y genera expectación en el lector para adivinar lo que está ocurriendo en ese ambiente. En “La bondad del Albornoz” se concentra en este ropaje que perteneció a Beatriz y se convierte en el memento de otro tiempo. En “Las begonias del señor X” un hombre rinde su declaración sobre la muerte de un hombre y nos convierte a los lectores también en inspectores para seguir la pista de lo que parece un crimen, como dice el personaje “a las palabras siempre hay que verlas por todos sus lados” (49) es decir, como en los grandes cuentos detectivescos la historia es un juego de ajedrez literario donde todos son culpables potenciales del crimen, incluso los lectores. De pronto, el resumen de la anécdota no ayuda como maqueta para definir la factura de los cuentos, los pavimentados de frases, por ejemplo “Vivir para los demás es un oficio que nos envejece prematuramente, pero nos permite sobrevivir con honestidad.” (49) En “Mirada que perjudica” se ubica en la frontera juarense porque se habla de un puente con “las banderas de ambos países izadas con desgaire” (56) donde un hombre encuentra un billete de la lotería que entrega al conductor que lo mira con agravio, pero en un giro rayueliano, se mezcla el sueño con la realidad y resulta que los números de aquel billete eran los ganadores del sorteo. El tono lúdico también está presente en el cuento consiguiente “Pepe, nariz de cerdo”, donde un cocainómano irremediable se arruina la nariz por esnifar cantidades industriales de “cocoy” y se somete a una cirugía para implantarse un narigón indestructible al tamaño su adicción.
“La caracola” es un cuento nostálgico sobre la relación extramarital de un padre recién fallecido que compró un automóvil Volkswagen con la intención de ir a ver a su amante en las montañas. En una frase que rememora al inicio de Cien años de soledad (1967), dice el narrador: “vi una caracola semejante a la que me acercó mi padre aquel remoto verano cuando siendo un niño descubrí el mar” (70). Al llegar la familia a la tumba del progenitor, descubre colillas de cigarro con lápiz labial, seguramente de la amante. En este cuento se aloja también la historia (relatada por el padre) de un hombre que mientras transportaban un féretro bajo la lluvia, lo abre para guarecerse dentro, un pasaje que remonta a Moby Dick, con el féretro de Quiqueg, que no solo le sirve de camastro, sino también como salvavidas al final de la novela. El cuento con el título “La secta del prepucio” nos introduce en un mundo fantástico de ceremonias secretas y de artistas peculiares que pintan animales copulando con pinceles que llamaban “phallus” elaborados con cerdas de jabalí de Socotra. Como en otros cuentos, el autor nos remonta a lugares remotos o imposibles, y hace referencia a libros de contenidos tan magníficos e inverosímiles que de pronto son reales.
“Benjamín Campbell” se sitúa durante la guerra civil norteamericana y el esclavismo, se habla de la fuga de diez esclavos. La historia la cuenta un negro de ojos azules a dos periodistas que cubrirían el encuentro Díaz-Taft que tomó lugar en Ciudad Juárez y El Paso Texas en 1909. El siguiente relato “Un cuento nazi” habla de unos abogados también juarenses que escriben una carta al Führer para que México se convirtiera en un protectorado alemán. El cuento da las coordenadas exactas (de tan precisas resultan sospechosas), de la locación de estas evidencias, la Kenneth Spencer Library y las bóvedas del Chase Bank en El Paso, al parecer estos abogados fascistas están asociados al partido de derecha Acción Nacional. Los dos últimos cuentos “El primer vaso de vino” (tal vez el cuento más lírico), y “Herny McCarty”, un western con pasajes afortunados, como el siguiente: “La escena horripilante provenía de aquel impacto que tuvo hace dos años en Paso del Norte: una mujer desnuda corría por la calle principal del pueblo, envuelta en llamas (…) Tiempo después empezó a correr el rumor de que una mujer en llamas, justo a la media noche, aparecía a mitad de la calle y caminaba rumbo al río, entre alaridos” (119). El cuento es sobre una venganza, como los mejores westerns y de frases contundentes como un trago de whisky: “Existe la voluntad, pero el hombre es ajeno a lo que le impone su destino” (121).
Siempre he visto la labor del cuentista como la de un miniaturista que construye un galeón dentro de una botella, pero los más diestros logran también armar la tempestad dentro del frasco. Con este libro, Moreno Montero aparece como un aerolito de las letras mexicanas, apenas ciento veintisiete páginas de narraciones condensadas (la mayoría de siete páginas), un primer libro de cuentos de un escritor que supo esperar hasta tener un libro esmerilado y contundente que aparece sorpresivamente (¿o afortunadamente?) sin el amparo de ningún premio o subsidio para la creación. Antonio Moreno Montero (1969) es autor de un libro de ensayos, Deseos de comunidad (2016) y el libro de crónicas Road to Ciudad Juárez (2014). Escribe desde la cuenca pérmica de Texas del neo-territorio amexicano donde es profesor de la Universidad de Texas de Permian Basin, según nos dice su biografía.
Ficciones (1944) de Borges fue un evento crucial para la literatura latinoamericana, estrechó los límites de lo que se podía contar y escarbó en un archivo apócrifo para vestir hechos y libros verídicos con fabulación. Antonio Moreno asumió bien esta lección, sus cuentos aunque algunos de ellos situados en la frontera de Ciudad Juárez, no asoman en ellos la parafernalia de la violentología: los descabezados, narcomantas y encobijados. Al contrario, revisita el encuentro entre Díaz-Taft, se inventa una biblioteca de libros rechazados, hurga por una historia de abogados afines al Tercer Reich o te cuenta una de un gatillero transexual. Su libro se distancia del facilismo de la “leyenda negra” de Ciudad Júarez y va al pasado cuando era El Paso del Norte. Además, logra esto con un lenguaje preciso y que al menos a mí me hizo recurrir al tumbaburros en busca de: torundas, zahúrdas, trampantojo, apersogados y zureo. En el cuento “La bondad del albornoz” dice: “Si levantaramos el techo de la casa, como podemos hacerlo con una casa de muñecas, veríamos la disposición de la cama en la que yace en estos momentos, los cuadros con motivos religiosos colgados de la pared de la sala (…) así como también percibiríamos el semblante de una atmósfera afectada por una soledad implacable” (40). En este fragmento, vemos al narrador acomodando el mobiliario lingüístico de sus cuentos, como un diseñador de laberintos que levanta aquí una pared y luego abre un reducto por allá. La propuesta estética de Querida Margot es abrir otros caminos narrativos, crear un archivo apócrifo, mostrar la plasticidad del género y abrir nuevos terrenos que no caigan en el monotematismo de la literatura de estupefacientes. Por su año de nacimiento, Moreno Montero se ubica entre escritores como Alvaro Enrigue, Yuri Herrera, y la generación del “Crack” (Ignacio Padilla, Volpi, etc). En cuanto al estilo, sus más cercanos coterráneos serían Enrigue y Herrera, el primero por la erudición y el desvaímiento entre la frontera de la ficción y el archivo (Como en Muerte Súbita (2013), por ejemplo) y en el segundo por el trabajo del lenguaje para construir una mitología en temas de la violencia.
En suma, Querida Margot es un libro de cuentos que se desmarca de las modas literarias y crea una necesaria fisura para ilustrar otros mundos que no huelen a pólvora quemada o siguen cavando en la fosa de nuestras afligidas realidades del crimen organizado y demás violentologías, no por evasionismo o desinterés, sino tal vez porque ya está barrida la vuelta de tuerca de ese tornillo.
Sobre Antonio Moreno-Montero
México, 1969. Ensayista, narrador, cronista y colaborador en suplementos culturales, revistas y periódicos en Ciudad de México, Colombia, España, Estados Unidos, Dinamarca y Francia. Es profesor—investigador en The University of Texas—Permian Basin (UTPB). Ha escrito Querida Margot (relatos, 2018); Deseos de comunidad: el personaje intersticios en la novela y el cine de los noventa en México (ensayos, 2016) y una compilación de crónicas: Road to Ciudad Juárez: crónicas y relatos de frontera (2014). Ha compilado también Acercamientos a la narrativa de Luis Arturo Ramos( 2005). Finalmente, prepara tres compilaciones más: Ensayos sobre las maravillosas hazañas y extrañas aventuras de un superhéroe mexicano (ensayos); Crónicas escandinavas (junto con Julio Jensen), y Crónicas de Campus Visit.
Material enviado a Aurora Boreal® por Antonio Moreno. Publicado en Aurora Boreal® con autorización de Antonio Moreno y Martín Camps. Fofotgrafía Antonio Moreno © Rafael Aguilera. Carátula del libro cortesia © Ediciones Eón.