Reseña: 'Antología personal' de Juan Pellicer

Antologia personal pellicer 250Antología personal
Juan Pellicer
Relatos
Ed. Aurora Boreal, Copenhague
688 págs.
2018

 

Además de ser un consagrado profesor y crítico literario (pues es autor de estudios sobre Cervantes, Quevedo, Balbuena, Landívar, Martí, Arlt, Reyes, Guzmán, León Felipe, Pellicer, Neruda, Paz, González Iñárritu, etc.), Juan Pellicer demuestra con esta publicación ser un excelente cuentista. Su prosa exacta y fluida despliega unas narraciones ágiles que consiguen enganchar al lector de modo que siga leyendo relato tras relato hasta el final del volumen. Antología personal consta de 18 cuentos de extensión variable –alguno es casi una pequeña novela (“Los Osornos”) mientras que otros son más bien anécdotas chispeantes de buen humor (p.ej. “Milagros”)–. El tono narrativo de intelectualidad elegante, combinado con un realismo cristalino, da unidad y cohesión al volumen. También la temática de los relatos concede trabazón a este libro pues de los 18 cuentos, sólo cinco (“Buena vecindad”, “Lucha libre”, “Milagros”, “Con Juan” y “Garbo”) desarrollan otro tema que el de las relaciones de pareja. Juan Pellicer se complace en desgranar, con aguda percepción psicológica, las ilusiones y desilusiones de la vida sentimental. En esta venerable cuerda temática, la prosa de este autor se recrea con maestría, a ratos de forma cruel y melodramática pero generalmente con melancolía agridulce. Casi todos los cuentos poseen una marcada carga erótica, y en algunos casos (“Lucero”, “El parque”) el autor explora las facetas destructivas de la sexualidad y de las pasiones amorosas. De esta forma, Pellicer consigue crear un mundo literario personal, centrado en determinadas temáticas que a su vez son desarrolladas con un estilo propio. Otro rasgo característico del volumen es que, si bien muchos relatos tienen lugar en un ambiente cosmopolita (París, Londres, California, Lisboa, Madrid), hay dos países cuya presencia predomina, esto es, México y Noruega. La razón es que Pellicer es mexicano de nacimiento a la vez que profundamente vinculado al país nórdico ya que, además de tener una esposa noruega, durante muchos años ocupó la cátedra de literaturas hispánicas en la Universidad de Oslo (ahora pertenece a esta institución en calidad de emérito).

Dentro de la riquísima cultura de Pellicer, hay, en consecuencia, dos tradiciones que sobresalen: la mexicana y la noruega. En primer lugar, y en un plano estilístico, la perspectiva mexicana aparece de forma inequívoca por medio de los muchos mexicanismos que aparecen a lo largo de los textos. Un lector no mexicano tendrá que buscar expresiones y léxico en el diccionario con cierta frecuencia pues a pesar de haber vivido gran parte de su vida fuera de su país natal, el lenguaje de Pellicer es inequívocamente vernáculo. Por otra parte, la mayoría de los personajes, al igual que muchos de los conflictos que aparecen en los textos son esencialmente mexicanos. Noruega tiene también una presencia muy considerable, pues bastantes relatos tienen lugar en esta nación escandinava. Se percibe el aprecio que Pellicer tiene a su país adoptivo así como su conocimiento de la cultura, tradiciones e idiosincrasias nórdicas.

En el plano ideológico se aprecia un cierto feminismo tanto en el desarrollo de las tramas como en cuanto a los personajes. El machismo es claramente criticado a la vez que los personajes femeninos tienen su propia voz, su propia voluntad y su propia capacidad de actuar. En las contadas ocasiones en que esto no ocurre, es a causa del clasismo o incluso del racismo. Así, en el relato “Contrapunto”, la vida de la pareja de clase alta –ella es embajadora, él un arquitecto de renombre internacional– se contrasta (de ahí el título del relato) con las condiciones de vida de la criada Silvia, “de facciones indígenas”. A este personaje, las férreas convenciones clasistas le niegan su capacidad de actuar. De la misma manera, en el relato “Lucero”, que tiene lugar en las primeras décadas del siglo XX en México, es denunciado un machismo aplastante y destructivo. En este orden de cosas se nota la perspectiva esencialmente mexicana pues queda claro que la cultura noruega es vista más desde fuera que desde dentro, esto es, la voz narrativa conoce Noruega sumamente bien pero su vinculación profunda es con México y, en consecuencia, los posicionamientos ideológicos pertenecen sobre todo a un contexto mexicano. De la misma manera, aparece –de pasada en varias ocasiones pero, no obstante, inequívocamente– el tan institucional y tópico anticlericalismo mexicano. Sin embargo, hay un aspecto en el que Pellicer se desmarca de la corrección política, y es en su amor a la fiesta taurina. La tauromaquia aparece en varios relatos, y en algunos, como “Milagros” y “Con Juan”, ocupa un lugar principal. En estos textos, Pellicer confiesa su conocimiento de y afición a la tradición taurina, algo por otra parte inherente a la tradición hispánica de la que es tan gran conocedor.

Una persona que se dedica a estudiar la literatura y a realizar eruditos estudios histórico-literarios, lo hace, en la mayor parte de los casos, porque está pasionalmente vinculada al mundo de la literatura. De igual modo, es un hecho que la crítica y la práctica literarias son complementarias y que es imposible trazar una línea divisoria clara entre una y otra. Cualquier gran obra literaria posee, implícita o explícitamente, una reflexión sobre qué es la literatura, igual que una gran obra crítica necesariamente posee elementos de literariedad. Pues bien, de la misma manera, Pellicer despliega esta interacción entre crítica y práctica literarias. El relato que abre el volumen, “Alma Elena”, narra la historia de una joven de familia acomodada que empieza una carrera de actriz en la Ciudad de México de los años 30. Por un lado, Pelllicer recrea un marco histórico de forma muy convincente así como un ambiente densamente mexicano por medio de menciones a la gastronomía, a las costumbres, a la sociedad, en suma, a la realidad mexicana en su totalidad. En este sentido, “Alma Elena” es un relato que consigue una gran verosimilitud en relación con un mundo histórico-cultural concreto. Por otro lado, queda claro a lo largo de la lectura que el relato es una reescritura de la obra de teatro Hedda Gabler, del dramaturgo noruego Ibsen, obra que, por otra parte, será el primer gran éxito profesional de la protagonista del cuento. Así, el autor hace converger los planos de realidad y ficción por medio de la intertextualidad, esto es, la praxis literaria y la historia de la literatura se complementan en la escritura de Pellicer.

Por otra parte, la amplia cultura de este autor se manifiesta continuamente a lo largo de los cuentos pues no sólo su conocimiento de la historia de la literatura, sino también su dominio de ámbitos como la música, la pintura, la tauromaquia, la historia, el cine, la gastronomía, etc. El presente volumen tiene, en este sentido, una faceta culturalista. Valga como ejemplo el relato “Ch’io mi scordi di te?”. Este cuento entrelaza dos narraciones; por un lado, el recuerdo nostálgico del único triunfo profesional y amoroso (si bien platónico) de un pianista noruego que en su juventud tuvo que abandonar una prometedora carrera internacional a causa de un mal reumatológico. Por otra parte, la recreación del enamoramiento de Mozart de una joven soprano inglesa durante los últimos años de vida del compositor. Ambas narraciones relatan la historia de un amor que pudo haber sido y no fue pero, sobre todo, insisten en la futilidad de la existencia y cómo un recuerdo puede ser el alimento que nutre toda una vida (de ahí el título del relato, un aria de Mozart cuyo título significa “¿Que yo me olvide de ti?”). Esta idea sentimental también posee una faceta metaficcional pues ilustra cómo la identidad se construye sobre recuerdos, esto es, elaboraciones que probablemente guarden poca relación con los hechos en los cuales se basan. Al final, ésta podría ser la idea que transmite el relato, nos creamos y recreamos por medio de narraciones, o sea, de estetizaciones y tópicos que nos complacen. Desde esta perspectiva, el marcado sentimentalismo de los relatos se relativiza ya que se convierte en una estrategia metaficcional que se abre a una dimensión antropológica, de análisis de la naturaleza humana.

En suma, esta Antología personal nos revela a un consumado autor de relatos, en concreto, a un escritor capaz de verter su cultura enciclopédica a un género literario en el que demuestra ser un ágil y elegante narrador. Juan Pellicer puede, por tanto, añadir a su muy respetable currículum académico esta faceta de creación literaria que no le honra menos que el primero.

 


juan pellicer 276Sobre Juan Pellicer

México. Catedrático Emeritus de literaturas hispánicas de la Universidad de Oslo. Miembro del grupo de mexicanistas de la Universidad de California (UC Mexicanistas). Ha publicado cuatro libros, Mexico, Mexico, Oslo: Aschehoug, 1982 (sobre el desarrollo político y económico de México); El placer de la ironía, México: UNAM, 1999 (sobre la obra de Juan García Ponce); Entre la muerte y un vaso de agua, México: UNAM, 2005 (sobre literatura mexicana moderna); Tríptico cinematográfico, México: Siglo XXI, 2010 (sobre las películas de Alejandro González Iñárritu) y ensayos sobre textos de Cervantes, Quevedo, Balbuena, Landívar, Martí, Atl, Reyes, Guzmán, Efrén Rebolledo, León Felipe, Pellicer, Efrén Hernández, Usigli, Neruda, Paz, Martín Gaite, Leñero, Sáinz, Puga, Subcomandante Marcos, Eduardo Parra.

 

 

julio jensen 350Julio Jensen
Dinamarca / España. Es profesor titular de literatura hispánica en la Universidad de Copenhague. Su interés está centrado en, por una parte, el Siglo de Oro y, por otra, en la producción literaria y cultural del siglo XX. Publicaciones sobre: Cervantes, Calderón, Inca Garcilaso de la Vega, Tirso de Molina, Juan Ramón Jiménez, Borges, García Márquez y Vargas Llosa entre otros.

 

 

 

Reseña  enviada a Aurora Boreal® por Julio Jensen. Publicado en Aurora Boreal® con autorización de Julio Jensen. Carátula Antología personal  cortesía © Editorial Aurora Boreal.   Fotografía Julio Jensen © Lorenzo Hernández. Fotografía Juan Pellicer  © Lorenzo Hernández.

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