Literatura
Una va por ahí bajo la tarde soleada, de esas que de vez en cuando se ven por estos lados. Piensa en las mismas cosas de siempre, en las que le taladran la cabeza. El recorrido se hace más largo, mientras más avanza, como si la meta fuera el infinito. Una va sola porque la gente siempre anda muy ocupada y nadie tiene por qué acompañar a nadie así como así, mejor dicho, nadie tiene tiempo ni para sonreír en esta ciudad fría. Y es que aunque a una se lo pidan de rodillas, no se va a reír, después de ver lo que se ve por ahí, más bien se enoja si alguien se lo pide. Por la calle van muchos de esos que dicen, atrévase a sonreír y verá lo que le pasa. A una le quitan las ganas de reír esas caras de reprimidos que hacen pensar que esta ciudad es insufrible. Y eso que una procura no mirar a fondo todo lo que la rodea, tal vez por miedo, o porque piensa que detrás de esa cortina hay un mundo descompuesto que lucha por sobrevivir, pero lo que hace es destruirse.
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- Por Consuelo Triviño Anzola
El ranking de los libros menos vendidos es un sondeo al pasado. Esta sección pretende recordar los libros injustamente olvidados
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- Por Leo Larsen
El verano del 2007 tuve la oprtunidad de volver a Madrid a visitar a unos buenos amigos. Llevaba marras sin ir. Me instalé en el departamento de mis conocidos de la calle Príncipe de Vergara y disfruté de un Madrid estivo y divertido. Tuve la suerte de tal vez contar con el verano menos caluroso de los últimos treinta años. De pasear en las tardes por su bello Parque del Retiro a escazas tres cuadras de la morada de mis amigos. De almorzar sus famosos callos a la madrileña. De probar su queso manchego y su extensa variedad de chorizos exclusivos mientras conversábamos de todo y revisábamos nuestros acontecimientos pasados en la frescura de las noches con jarras y jarras de vino tinto de verano.
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- Por Manuel Cabrales. periodista
El Hospicio San Camilo era un depósito de seres humanos no deseados por sus familias. Nadie supo decirle a Pablo Ferrer cómo fue que esas rarezas de la especie, poco a poco, se concentraron en ese lugar. Se veían cosas como un hombre con una enfermedad en la piel que, ante cualquier roce con algo, se llagaba sin remedio; una mujer con las cavidades de los ojos vacías, hundidas en sí mismas; había internos con enfermedades deformantes, que iban tomando posturas irreversibles y antinaturales. Otros internos, sin problemas físicos, estaban afectados mentalmente. Cuando él llegó al hospicio, aún se comentaba el caso del interno que, en un descuido de los enfermeros, había tomado un cuchillo de la cocina y se había castrado a la vista de todos.
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- Por Juan José Burzi
El ranking de los libros menos vendidos es un sondeo al pasado. Esta sección pretende recordar los libros injustamente olvidados
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- Por Diego Valverde Villena
El ranking de los libros menos vendidos es un sondeo al pasado. Esta sección pretende recordar los libros injustamente olvidados
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- Por Diego Valverde Villena
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- Por Diego Valverde Villena
Un 18 de diciembre esperaba en el aeropuerto Charles de Gaulle para tomar un jumbo rumbo a Bogotá. Por delante me restaban doce horas de vuelo, si todo salía bien hasta Maiquetía, donde el lechero de la compañía aérea Avinunca normalmente hace su tercera escala técnica: París, Madrid, Caracas para finalmente llegar a Bogotá, la tan afamada Atenas Suramericana. Aquel era un diciembre helado. El vuelo original estaba programado para las ocho de la noche pero como siempre, Avinunca informa que una falla técnica ha demorado la salida hasta las once de la noche. Finalmente nos hacen pasar a una sala de abordaje donde nos tienen un par de horas encerrados. Definitivamente todos los pasajeros vamos para Colombia. En especial ellas, cargadas de paquetes, con chaquetas exageradas para el frío. Somos trescientos cincuenta viajeros en una sala pequeña, obligadamente tocándonos los humores con ese hablado tan colombiano, que hace tanto no escuchaba. Es algo así como ya haber vuelto. Los acentos son de todas las regiones de Colombia. Reconozco muchos: de Cali, de Medellín, de la Costa. Identifico a unas bogotanas con su hablado tosco y pedante pero claro, bien vocalizado.
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- Por Guillermo Camacho
El hombre que anudaba estrellas y palabras
Jorge Eduardo Eielson (1924-2006) falleció a los 82 años el 8 de marzo del 2006 en Italia, en la ciudad de Milán, en donde residía desde hacía varios decenios.
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- Por Martha Canfield