Literatura
En el sueño ella busca un libro cuyo título y autor no recuerda. Va con mucha prisa por sórdidos callejones. Una luz mortecina la conduce hasta el escaparate de una librería. No sabe el nombre de la ciudad ni el tiempo que lleva en ella, pero se mueve como si la conociera. Traspasa el umbral de la puerta del establecimiento que encuentra silencioso y quieto. Entre anaqueles, estanterías y mesas de exposición, llega al centro donde está la registradora. Inclinada, se encuentra una mujer buscando algo pequeño, un alfiler, un pendiente, o una moneda. Peinada con el cabello recogido, viste trajes de otra época, de sufragista inglesa tal vez. Es tan delgada que se le ven los huesos bajo la fina piel. Ante su insistencia en ser atendida, la mujer se vuelve para mirarla con frialdad. Cuando le pregunta por el libro, sin darle el título ni el nombre del autor, le señala un fondo tenebroso. Allí encuentra un cesto con libros a precio de saldo. Empieza a escarbar desesperada entre guías de viajes y almanaques antiguos. Su vida depende de ese libro sin título, sin el nombre del autor. Debe encontrarlo antes de que despierte. Pero el sueño se interrumpe cuando está a punto de dar con él.
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- Por Consuelo Triviño Anzola
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Octavio terminó de beber de un solo sorbo el resto del primer café de la mañana. Prendió su tercer cigarrillo mecánicamente. Se tocó el mentón mientras pensó que primero se afeitaría la barba de varios días y luego entraría en la página web que mencionaba el aviso del periódico. Dio una aspirada profunda y lenta al cigarrillo mientras comentó en voz alta para sí mismo:
¡Carajo, es que ni mandado a hacer a la medida! Ese puesto me calza como anillo al dedo -
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- Por Guillermo Camacho
Así soy realmente: maligno, borracho, pero lúcido...
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- Por Manuel Cabrales periodista
se hace más allá del bien y del mal
Friedrich Nietzsche
"Can we stay here?", preguntó el niño y Magda por primera vez no supo qué decir. Respiró hondo y fumó lo que quedaba del cigarrillo. Miró al pequeño. Sus ojos caramelo esperaban respuesta. Puso la colilla en el cenicero y sentó al niño en sus piernas mientras el humo del cigarrillo dibujaba arabescos en la habitación.
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- Por Hemil García
El primer presentimiento que tuvo Verónica de que algo o alguien estaba tratando de tomar contacto con ella se redujo a una confusa sensación de perplejidad que se halló muy lejos de presagiar con claridad algo determinado. Sucedió durante una representación de la Antígona de Sófocles, en la que desde hace algunos meses desempeña el papel de Ismene. De pronto se vio a sí misma de pie delante de sí mientras desarrollaba su actuación, como espectadora y actriz al mismo tiempo. No se trataba simplemente de una división de la personalidad, como si cada una de dos partes diferentes de su yo hiciera cosas independientemente de la otra, sino de la unidad indivisible y conciente de ambas partes dentro de esa división: ella, la Verónica de todos los días, estaba siendo testigo presencial de Ismene, la Verónica actriz. De otro modo, tal vez ni se hubiera enterado del hecho.
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- Por Ubaldo Pérez - Paoli
El Diario de Witold Gombrowicz no recuerda en nada a los estereotipados diarios de escritor, es decir, a las obras que desempeñan el papel de crónica de los acontecimientos de la vida de un artista, de dietario intelectual. Este diario es una obra literaria en pleno sentido del término, considerada por muchos expertos como el mayor logro de su autor.
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- Por Leo Larsen
El ranking de los libros menos vendidos es un sondeo al pasado. Esta sección pretende recordar los libros injustamente olvidados
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- Por Diego Valverde Villena
Son legión los escritores latinoamericanos que han emprendido el ritual viaje iniciático a París: Severo Sarduy, Córtazar, Vargas Llosa, Julio Ramón Ribeyro, Héctor Bianciotti... También Ricardo Cano Gaviria (Medellín, Colombia, 1946) se plantó en la Ciudad Luz para hacer fortuna literaria. Con una particularidad: la compañera laboral a la que adelantó los dólares para que le financiara la experiencia le inscribió en el París Hilton, y luego se olvidó de enviarle las transferencias. Timado, suerte tuvo de que la colonia colombiana le ayudara, saldando sus cuentas en el hotel (donde leyó a Proust), aunque no pudo luego librarse de dormir en los bancos de los parques. Por lo demás, en París había una "mama grande", Victoria de Silva, una latinoamericana de izquierdas, con contactos con la guerrilla y el partido comunista, y por cuya casa pasaban desde exiliados hasta aspirantes a escritor como nuestro hombre.
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- Por Carles Barba
Para las nuevas generaciones de ese país de América del Sur llamado Colombia, tal vez no resulte extraño que los círculos literarios se apresten a celebrar en el año 2006 el centenario del natalicio del poeta Aurelio Arturo, y que recientemente la UNESCO haya publicado un voluminoso tomo en el que se incluyen las diferentes versiones de sus poemas, además de una colección de ensayos sobre su obra escritos por notables autores colombianos y extranjeros. Y digo que para ellos tal vez no resulte extraño, pues desde hace unos pocos lustros para acá el nombre de este poeta - y de su obra - cada vez se oye más, es más difundido por diferentes editoriales y es más leído por el público. Sin embargo no siempre fue así. Opacado por sus compañeros de generación, un grupo de fogosos poetas que se hizo conocer en el ámbito de la literatura nacional con el nombre de Piedra y cielo - en homenaje al poeta español Juan Ramón Jiménez - Arturo asumió, sin duda también por razones de carácter aunque su estética distaba mucho de la de aquellos, una posición marginal, lo que contribuyó a que en vida, y aún varios años después de su muerte, su obra sólo fuera conocida por algunos entusiastas.
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- Por Fernando Herrera Gómez